«Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia» (Col 3,12).

Querido/a Corazonista:
En nuestra Regla de Vida, podemos leer:

« Se trata no sólo de instruir
a los niños y jóvenes,sino de procurarles una formaciónque les haga capaces de valorar
la ciudad terrestreinstaurando en ella el reinado de Cristo. ” (RdV 151).


 Dios ha encomendado al hombre el cuidado de la creación, con el fin de que coopere con Él, viva la fraternidad y sea feliz. Es una tarea que dura toda la vida. Por tanto es preciso continuar educando el corazón de los niños y jóvenes, para que perciban el don de Dios en sus vidas. Pues en la medida que somos buenos hermanos, también vivimos la filiación con el Padre del cielo.

Los conocimientos académicos es necesario adquirirlos para poder desempeñarnos en la sociedad laboral; pero no son suficientes para la formación integral que necesita la persona para que alcance a ser feliz. Es preciso educar en la sensibilidad hacia lo bello, lo bueno y lo verdadero, hasta llegar a comprometernos en la mejora de lo que nos rodea de una forma gratuita, sin buscar un beneficio inmediato.

Educar en la gratuidad nos hace entrar en comunión con los otros, haciendo que la sociedad, la comunidad o la familia, sean ámbitos de crecimiento interior, donde cada uno pueda expresar lo que siente y sus ideales más profundos.

Sólo podemos establecer relaciones cordiales, fraternas, en el medio en que vivimos, en la medida que hacemos presente a Cristo en nuestros corazones.  Es necesario que los niños y jóvenes lleguen al encuentro personal con Cristo, para que también valoren al prójimo y juntos trabajen por un mundo donde imperen los valores del Reino: la paz, la justicia, el amor, la verdad, el perdón…

Somos llamados a expresar anticipadamente lo que vamos  a vivir por toda la eternidad en el banquete celestial.  En los pequeños detalles, de la vida cotidiana, podemos hacernos solidarios con los que: se sienten solos, han perdido la esperanza, no encuentran el sentido a la vida, no son valorados en su trabajo o son explotados. Seguramente no vamos a poder invertir el orden mundial, donde el hombre es un engranaje de la producción o el consumo, pero sí podemos hacer sentir a los otros que son amados por Dios.

En caso de que necesites profundizar o de que te aclaremos alguno de estos aspectos, te pedimos que nos lo hagas saber.

Que Dios te bendiga.

            Hno. Leonel Cárdenas sc.                                                            Hno. Javier Lázaro sc.