«El Padre nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados» (Col 1, 13-14).

Querido/a Corazonista:
En nuestra Regla de Vida, podemos leer:

«En el corazón del Hijo
se nos ha manifestado “la bondad de Dios
y su amor hacia los hombres” (Tt 3, 4)» (RdV 115).

  El Padre es el origen de todo lo creado, pero ha querido que la gracia nos llegue por medio del Hijo, pues todo lo ha puesto en sus manos. Las tres personas de la Santísima Trinidad tienen igual dignidad y honor y nos hacen participar de su vida por la efusión del Espíritu.  Él sostiene nuestra vocación y el sentido profético del llamado.  
  Dios nos ha creado libres, aunque esto ha hecho, que algunas veces.  nos hayamos apartado de Él, por el pecado.  Pero en el exceso de su amor, el Padre nos ha entregado a su Hijo querido, el Primogénito, para devolvernos la gracia y poder vivir en su amistad. No encontramos palabras humanas para expresar el amor Trinitario hacia el hombre, es algo inefable, indecible, sobrepasa la capacidad racional de la persona… sólo nos podemos acercar a este misterio de amor en la contemplación, dejando que el dirija nuestro corazón.

  Cristo se ha manifestado obediente al Padre y apasionado por los hombres para abrirnos su Corazón y dejarnos percibir sus sentimientos.  Él ha derramado su Sangre para que tengamos vida en abundancia.  Al darnos cada día su Cuerp0, en la Eucaristía, sigue haciendo actual el misterio de amor. Nos ha legado su mismo ADN para que tengamos parte en la vida divina y seamos hijos.
  Cada vez que nos apartamos, Él nos busca, insinuando en lo más profundo del corazón su amistad. Se inclina, nos levanta y siempre nos da su infinita misericordia, olvidando todos nuestros pecados y para que iniciemos la nueva vida a su lado. Jesús es de bondad infinita, no lleva cuenta de lo que nos da, en forma continua se entrega totalmente para que vivamos en su amor.
 Por la muerte y resurrección se ha realizado una nueva creación; hace posible la Pascua, el paso del hombre hacia Dios, para vivir en una amistad definitiva. En forma permanente para mantener la filiación con el Padre y la fraternidad con Cristo, el Espíritu nos da sus dones y completa todo lo que nos falta para vivir la fidelidad y la unidad. De tal forma que: perseveramos porque Él nos sostiene, damos testimonio de su amor porque nos da el valor para servir a los otros gratuitamente.  

En caso de que necesites profundizar o de que te aclaremos alguno de estos aspectos, te pedimos que nos lo hagas saber.

Que Dios te bendiga.

            Hno. Leonel Cárdenas sc.                                                            Hno. Javier Lázaro sc.