“Amontonad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6,19-21).



En nuestra Regla de Vida, podemos leer:

“La conciencia de la miseria de los pobres,
con los que Cristo se identificó,
nos prohíbe tanto el egoísmo individual

como el enriquecimiento colectivo.” (RdV 82).


Todos tenemos la tendencia a buscar la seguridad en las cosas materiales que nos rodean. La ambición de nuestro espíritu nos confunde, nos hace creer que acumulando “bienes” vamos a estar más seguros o podemos escapar de la muerte, como el final de la vida en la tierra. Cuando obramos así es por insensatos y por falta de fe.

La riqueza de nuestro corazón es la amistad con Cristo. «De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia» (Jn 1,16). Estamos llamados a confiar siempre en la providencia divina, que incluso se inclina hacia nuestras miserias y pecados, para rescatarnos y llevarnos a su amistad.

La arrogancia de las personas que acumulan cosas materiales, unido a la envía que percibimos en nuestro interior, hace que algunas veces quedemos confundidos… Pero cuando examinamos nuestra conciencia y el vacío al que quedamos reducidos, ahí nos damos cuenta que necesitamos volver a la Verdad de Jesús, que nace pobre y está con nosotros.

Los pobres son la voz que nos invita a revisar las actitudes de vida, las pretensiones de confort o la vanidad de lo superfluo. En forma permanente necesitamos elegir prescindir de las cosas que nos ofrece la sociedad de consumo, como modo de conquistar la libertad y liberar nuestra mente para poder discernir.

Los consagrados elegimos identificarnos con Cristo pobre, que “no tiene donde reclinar su cabeza” y que en el último momento permite que repartan hasta su túnica. Elegimos las cosas sencillas para poder vivir en comunidad o desplegar el apostolado. Por la vocación profética, todo lo vemos desde la perspectiva del último instante de nuestra vida.

Los bienes comunitarios que poseemos son medios para desplegar nuestra misión de educadores de los niños y jóvenes. En este sentido, no tememos en invertir lo que sea necesario y que esté al alcance, para responder a una educación integral, que responda a las necesidades de nuestro tiempo, sin perder de vista que le principal objetivo es educar en la fe. Aun cuando nos encomiendan administrar o gestionar los distintos establecimientos educativos, lo hacemos como un servicio a los otros, nunca como propietarios de nada.

En caso de que necesites profundizar o de que te aclaremos alguno de estos aspectos, te pedimos que nos lo hagas saber.

Que Dios te bendiga.
            Hno. Leonel Cárdenas sc.                                                            Hno. Javier Lázaro sc.