En nuestra Regla de Vida, podemos leer:
“La conciencia de
la miseria de los pobres,
con los que Cristo
se identificó,
nos prohíbe tanto
el egoísmo individual
como el
enriquecimiento colectivo.” (RdV 82).
Todos tenemos la
tendencia a buscar la seguridad en las cosas materiales que nos rodean. La
ambición de nuestro espíritu nos confunde, nos hace creer que acumulando “bienes”
vamos a estar más seguros o podemos escapar de la muerte, como el final de la
vida en la tierra. Cuando obramos así es por insensatos y por falta de fe.
La riqueza de
nuestro corazón es la amistad con Cristo. «De su plenitud hemos recibido todos
gracia sobre gracia» (Jn 1,16). Estamos llamados a confiar siempre en la
providencia divina, que incluso se inclina hacia nuestras miserias y pecados,
para rescatarnos y llevarnos a su amistad.
La arrogancia de
las personas que acumulan cosas materiales, unido a la envía que percibimos en
nuestro interior, hace que algunas veces quedemos confundidos… Pero cuando
examinamos nuestra conciencia y el vacío al que quedamos reducidos, ahí nos
damos cuenta que necesitamos volver a la Verdad de Jesús, que nace pobre y está
con nosotros.
Los pobres son la
voz que nos invita a revisar las actitudes de vida, las pretensiones de confort
o la vanidad de lo superfluo. En forma permanente necesitamos elegir prescindir
de las cosas que nos ofrece la sociedad de consumo, como modo de conquistar la
libertad y liberar nuestra mente para poder discernir.
Los consagrados
elegimos identificarnos con Cristo pobre, que “no tiene donde reclinar su
cabeza” y que en el último momento permite que repartan hasta su túnica.
Elegimos las cosas sencillas para poder vivir en comunidad o desplegar el
apostolado. Por la vocación profética, todo lo vemos desde la perspectiva del
último instante de nuestra vida.
Los bienes
comunitarios que poseemos son medios para desplegar nuestra misión de
educadores de los niños y jóvenes. En este sentido, no tememos en invertir lo
que sea necesario y que esté al alcance, para responder a una educación
integral, que responda a las necesidades de nuestro tiempo, sin perder de vista
que le principal objetivo es educar en la fe. Aun cuando nos encomiendan
administrar o gestionar los distintos establecimientos educativos, lo hacemos
como un servicio a los otros, nunca como propietarios de nada.
En caso de que
necesites profundizar o de que te aclaremos alguno de estos aspectos, te
pedimos que nos lo hagas saber.
Que Dios te bendiga.
Hno. Leonel Cárdenas sc. Hno. Javier Lázaro sc.