“Todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él, he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo y estar unido a él” (Flp 3,8-9).

Querido/a Corazonista:
En nuestra Regla de Vida, podemos leer:

“Imbuidos de sentimientos de pobreza evangélica,
asumimos la común condición de hombres
mediante el trabajo cotidiano.
Nuestro compromiso en el campo del Señor
estimula y ennoblece nuestra labor ” (RdV 83).

Jesús, aunque es de condición divina se abajó haciéndose hombre. En su vida terrena no tenía nada; nace en una cueva, no tiene donde reclinar su cabeza, en la hora de la muerte se reparten sus vestiduras, le atraviesan el Costado hasta derramar toda su Sangre y le sepultan en un sepulcro nuevo, pero prestado por tres días, pues tenía que resucitar para darnos la Nueva Vida junto al Padre.

Los consagrados hacemos voto de pobreza, para identificarnos con “Cristo, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”.  Pero a la vez nos comprometemos a mejorar la sociedad en que nos encontramos, promoviendo la dignidad de la persona. Asumimos la misión como un trabajo que nos exige dar lo mejor de nosotros mismos, vislumbrando siempre los valores de Reino.

Colaboramos en lo que necesita la comunidad y el bien de los niños y jóvenes. Tenemos la determinación de entregar nuestro ser para toda la vida.  Armonizamos la contemplación y la acción. Nos preparamos profesionalmente para el servicio hacia los demás, con la seguridad de que es el Señor el que nos envía.

Estamos en la viña del Señor, desde la primera hora, confiando plenamente en Cristo que acoge los frutos de nuestro trabajo con agrado y nos sostiene con su gracia. Nos sabemos instrumentos en las manos del Señor. No son las instituciones de los hermanos, son las obras del Señor, por medio de la cuales llevamos la Buena Noticia a los hombres de nuestro tiempo.

El llamado a enseñar nos compromete a un crecimiento irrestricto. El hecho de buscar educar a los niños y jóvenes nos hace crecer a nosotros mismos interiormente y nos permite vivir la dimensión de la maternidad y paternidad, propios de quien da vida a otros.

El trabajo nos dignifica como personas. Nos sentimos agradecidos por participar en el crecimiento de los más pequeños y ser referentes de los jóvenes para que puedan conformar su proyecto personal

En caso de que necesites profundizar o de que te aclaremos alguno de estos aspectos, te pedimos que nos lo hagas saber.

Que Dios te bendiga.


            Hno. Leonel Cárdenas sc.                                                              Hno. Javier Lázaro sc.